“Él es imagen del Dios invisible, primogénito de toda criatura; porque por medio de Él fueron creadas todas las cosas celestes y terrestres, visibles e invisibles, tronos, dominaciones, principados, potestades; todo fue creado por Él y para Él. Él es anterior a todo, y todo se mantiene en Él. Él es también la cabeza del cuerpo de la Iglesia. Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, y así es el primero en todo”.
Esta carta de San Pablo a los colosences es todo un poema donde podemos ver qué grande es Jesucristo, nada más y nada menos que Rey del Universo.
Lo podemos observar en las palabras del buen ladrón cuando le dice: “Acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino”. Y Jesús respondió: “Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso”. Es el mismo Jesús que da fe de lo que es Él.
El Evangelio de este día nos presenta pautas muy precisas sobre cómo actuar, especialmente en situaciones críticas que pueden desencadenar en reacciones cargadas de odio, cólera, venganza, represión… Esto no fue lo que nos enseñó el Hijo de Dios y salvador nuestro Jesucristo.
En el Evangelio de este día lo vemos en un momento culminante en el que sus palabras brotaban desde lo más profundo de su ser, con la fuerza para testimoniar la misericordia y el perdón que como herencia nos legara, manifestado en el amor que debe ser la identidad de todos los que nos gloriamos de seguir los pasos del Rey del Universo, Jesucristo. Amén.
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